11°- III PERIODO

 TEMA: LA HISTORIA DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

El origen de la Doctrina Social de la Iglesia

 

Es común relacionar los comienzos de la Doctrina Social de la Iglesia con los nuevos problemas nacidos de la industrialización en el marco más amplio de los cambios que están en la génesis de la sociedad moderna. Pero las relaciones de la Doctrina Social con la industrialización y con la modernidad tienen sentido y alcance muy diferente que conviene distinguir: porque es ahí donde radica una de las principales claves para entender las posibilidades y las limitaciones de la Doctrina Social de la Iglesia.

 



La industrialización

La industrialización es, en sí misma considerada, un fenómeno técnico, pero con fuertes connotaciones económicas y sociales. La revolución industrial hubiera sido impensable sin el desarrollo del capitalismo, el cual a su vez se desarrolló, en su primera etapa, bajo la inspiración y el impulso de la ideología liberal. La convergencia de todos estos factores explica las profundas transformaciones que se van consolidando en Europa desde mediados del siglo XVIII. El rápido crecimiento económico va unido a amplios movimientos de población desde el campo hacia los grandes centros urbanos industriales, donde se va formando una nueva clase obrera que acude en busca de mejores condiciones de vida. Esta afluencia masiva de mano de obra, en cantidad muy superior a lo que puede absorber la industria naciente, se une a la fiebre de ganancia económica típica del capitalismo liberal: todo ello da lugar a una explotación alarmante de esta nueva clase obrera industrial, que se hunde progresivamente en una situación de miseria extrema y de malestar creciente. Ahí queda descrito en sus rasgos más relevantes lo que se conocerá como la cuestión social. Esta situación nueva suscita una fuerte inquietud en toda la sociedad, especialmente en los sectores más acomodados.

 

La Iglesia, por su parte, tampoco permanece indiferente ante un cambio tan sustancial de las condiciones sociales. Es ahí donde nace la Doctrina Social de la Iglesia, como un esfuerzo para dar respuesta a los nuevos problemas de esta sociedad emergente. El primer gran documento de la Doctrina Social (la encíclica Rerum novarum de León XIII, publicado en 1891) es una excelente muestra de esta preocupación que invade a la Iglesia en Europa y en los restantes países industrializados. Toda esta problemática vinculada a la industrialización y sus consecuencias sociales explica, por consiguiente, el origen y desarrollo de este nuevo cuerpo de doctrina que, con el tiempo, se llamaría Doctrina Social de la Iglesia. Este conjunto de circunstancias explica también su limitación geográfica: la Doctrina Social nace y se desarrolla durante décadas (hasta pasada la mitad del siglo XX, como veremos) en estrecha vinculación al mundo occidental industrializado; los problemas específicos del resto del planeta, por su parte, están fuera de su horizonte de preocupaciones. Pero la industrialización sola no es suficiente para entender la Doctrina Social de la Iglesia y sus aspectos más profundos e interesantes. Es preciso recurrir a un fenómeno de más amplitud, cual es todo el movimiento de la modernidad.

Las difíciles relaciones de la sociedad moderna con la Iglesia y su eco en la Doctrina Social

La Doctrina Social nace en una Iglesia convencida de mantener en la sociedad el papel que ha venido representando en toda la época de la cristiandad. Según esta convicción, la clave para explicar los grabes problemas del momento remiten siempre a la descristianización de la sociedad y a su progresivo distanciamiento de las directrices de la Iglesia. Independientemente de la pertinencia de sus respuestas concretas a los problemas sociales nuevos mencionados, va tomando cuerpo una cuestión de orden diferente, que condiciona todas sus intervenciones en este terreno: ¿Cuál es el título que exhibe la Iglesia para que sus orientaciones tengan que ser atendidas por la sociedad como procedentes de una autoridad que no admite ser cuestionada?


En la sociedad antigua esta pregunta tenía tan fácil respuesta, que normalmente ni siquiera se formulaba. Porque lo religioso era factor estructurante de toda la sociedad y a la autoridad religiosa se la reconocía como competente para establecer los criterios morales de comportamiento para todos los ciudadanos. Aunque dejaba la organización concreta del orden temporal al poder civil, mantenía una cierta prevalencia sobre él, que se hacía efectiva en caso de discrepancia entre ambos y se justificaba por la superioridad de lo espiritual sobre lo temporal.

La Iglesia no renuncia a su misión (¡evidentemente!), pero reconoce que tiene que realizarla de una forma diferente: no desde una autoridad que nadie discutiría, sino desde el testimonio de su vida y desde el compromiso de transformación de la realidad que abren el camino para el anuncio explícito del mensaje de salvación ofrecido por Dios al mundo en la persona de Jesucristo. La Iglesia no renuncia a la autoridad, pero deja de concebirla como un poder coactivo para entenderla como verdadera autoridad moral que hay que conquistar: y la conquistará en la medida en que su presencia, no sólo su palabra, sea creíble para los hombres y las mujeres de nuestro tiempo. Esta presencia es, además, una presencia, no sólo ni principalmente institucional, sino personal: se realiza en múltiples presencias de los creyentes en todos los ámbitos de la vida social. La Iglesia como levadura en la masa es la mejor imagen evangélica del concepto conciliar de sacramento de salvación. El protagonismo de los laicos se entiende desde aquí en su verdadero sentido: no se justifica en primer lugar por razones de eficacia estratégica o de necesidad de aumentar el número de efectivos en acción, sino que es la consecuencia de una eclesiología del pueblo de Dios, donde todos y cada uno de los creyentes son llamados para ser testigos de Dios en medio del mundo.

 

ACTIVIDAD # 1

Responder las siguientes preguntas

1.   ¿De qué manera infiere la industrialización en la doctrina social de la Iglesia?

2.   ¿Cómo aporta la Iglesia en desarrollo de las sociedades?

3.   ¿Por qué se dice que la Iglesia es una organización sin ánimo de lucro?

4.   ¿Qué produce un cambio sustancial hasta pasado el siglo XX? 

5.   ¿Qué propone la Iglesia en su relación con la sociedad y que lo dificulta? Explica 


La relación personal con Dios

Relacionarse con Dios es, siempre, algo personal. Nadie puede obligar, ni sustituir, ni suplantar a otros en ese encuentro de cada hijo con su Padre. Ciertamente, podemos aconsejar a alguien que lea la Biblia, que participe en los sacramentos, que dedique algún tiempo al día para la oración mental o al rosario.

Pero luego es cada uno quien, con un mejor acompañamiento o de modos sorprendentemente originales, aprende a tratar de tú a Tú con quien nos ama desde toda la eternidad. En la vida del espíritu, por lo tanto, ayuda mucho respetar a los otros en su camino personal, sin presiones, sin injerencias que pueden ser dañinas. Es verdad que, en ocasiones, a causa del cariño que tenemos hacia alguna persona, quisiéramos darle un “empujoncito” para que logre una mejor vida espiritual. Sin embargo, en un ámbito tan personal, nadie puede obligar a otros a creer, ni a confiar, ni a amar a Dios y al prójimo.

Nos quedamos, entonces, a las puertas del corazón de un familiar, un amigo, un conocido. Respetamos su libertad: solo desde la libertad cada uno se coloca ante el Dios que no nos quiere esclavos, sino hijos. La relación con Dios es, por lo tanto, algo muy personal, íntimo, que se construye cada día. Porque también Dios es libre y lleva a cada uno por caminos insospechados. Cuando esa relación es algo real, entonces la vida en las familias y los grupos resulta mucho más hermosa, porque cada uno de los miembros de una asociación estamos abiertos a la verdadera libertad del amor. “Si quieres...” “Ya no os llamo siervos... sois mis amigos...” “El que quiera seguirme...” Cristo invita en libertad, sin amenazas, sin presiones. Cuando encuentra un corazón abierto al amor empieza una aventura muy personal entre la pequeña libertad de un hijo y la gran libertad enamorada de nuestro Padre Dios...

El punto de vista bíblico

¿Es Dios un ser personal?

MUCHA gente, impresionada por lo que observa en la naturaleza, se siente obligada a creer en una fuerza sobrenatural, una deidad. Y a usted, ¿lo impresiona la complejidad del universo? ¿Lo asombran las maravillas naturales de nuestro planeta y el elaborado diseño del cuerpo humano?

De ser así, quizás también esté convencido de la existencia de un poder divino. Algunas religiones enseñan que tal entidad está en las montañas, en los árboles, en el cielo y en otros lugares del universo físico. Otras creen que los espíritus de los ancestros —algunos benévolos y otros malvados— se unen en una amalgama de fuerzas misteriosas formando un ser supremo al que llaman Dios.

En cualquier caso, suele pensarse que dicha fuerza sobrenatural carece de personalidad. Para algunos resulta difícil creer que Dios tenga pensamientos, emociones, propósitos y deseos. ¿Es Dios un ser personal? La Biblia, uno de los libros sagrados más antiguos aún en circulación, proporciona una respuesta clara.

  • Observar el siguiente vídeo 





La naturaleza humana refleja la naturaleza divina

La Biblia enseña que el Creador hizo al hombre para que reflejara sus cualidades. Por eso, en Génesis 1:27 leemos que “creó al ser humano tal y como es Dios” (Traducción en lenguaje actual). Obviamente, eso no quiere decir que los primeros seres humanos fueran réplicas exactas de Dios. La Biblia indica que él es un espíritu invisible, mientras que los hombres estamos hechos de elementos terrestres tangibles (Génesis 2:7; Juan 4:24). Dejando a un lado esa diferencia fundamental entre Dios y nosotros, un análisis de las cualidades humanas servirá para aclarar la verdadera naturaleza de Dios.

 

Los humanos somos capaces de ejercer poder de diversas formas y de llevar a cabo actos intencionados y meditados. Nuestros actos pueden estar motivados por cualidades como la bondad, el raciocinio, la sabiduría práctica y el sentido de la justicia. La gama de las emociones humanas abarca desde el amor y la ternura hasta el odio y la cólera. Las múltiples combinaciones de dichas cualidades nos diferencian ligeramente a unos de otros; de hecho, cada cual tiene una personalidad única.

  • El siguiente vídeo ilustra un poco más el tema


¿Tendría sentido que Dios nos hubiera creado como personas complejas si él fuera una fuerza impersonal que vagara sin rumbo en una dimensión espiritual? Si estamos hechos a la imagen de Dios, entonces nuestra naturaleza debe ser parecida en muchos aspectos a la suya. Analicemos lo siguiente.

 

Dios tiene nombre propio. La Biblia dice en Isaías 42:8: “Yo soy el Señor. Ese es mi nombre”, “yo soy el que soy” (éxodo 3,14)” lo que indica que Él quiere que su nombre se conozca. Las Escrituras también proclaman: “Llegue a ser bendito el nombre de Dios desde ahora y hasta tiempo indefinido. Desde el nacimiento del sol hasta su puesta ha de ser alabado el nombre de Yahvé” (Salmo 113:2, 3). En conformidad con esto, al usar con frecuencia Su nombre, los siervos de Dios lo tratan como una auténtica persona.

 

Dios es un ser único. La Biblia enseña que Dios es realmente único (1 Corintios 8:5, 6). Señala: “Eres realmente grande, oh Señor Soberano; porque no hay otro como tú, y no hay Dios fuera de ti” (2 Samuel 7:22). Además, las Escrituras afirman que “Yahvé es el Dios verdadero en los cielos arriba y sobre la tierra abajo. No hay otro” (Deuteronomio 4:39).

 

Yahvé odia la maldad. Para sentir odio es preciso ser una persona. La Biblia revela que el Creador odia cosas como “ojos altaneros, una lengua falsa, y manos que derraman sangre inocente, un corazón que fabrica proyectos perjudiciales, pies que se apresuran a correr a la maldad, un testigo falso que lanza mentiras, y cualquiera que envía contiendas entre hermanos” (Proverbios 6:16-19). Notemos que Dios detesta la conducta que hiere a otros. De esto aprendemos que se preocupa por nuestro bienestar y que odia las cosas que nos hacen daño.

 

Yahvé es un Dios amoroso. Las Escrituras explican que Dios ama muchísimo “a la gente de este mundo” (Juan 3:16Traducción en lenguaje actual). Comparan su personalidad a la de un padre tierno que desea lo mejor para sus hijos humanos (Isaías 64:8). Estos pueden obtener muchas bendiciones si reconocen la posición de Dios como su Padre amoroso.

 

Podemos ser amigos de Dios

La Biblia enseña claramente que el Creador es una persona, con nombre y personalidad propios. Tiene la capacidad de ejercer poder y de realizar actos intencionados y meditados que nacen de cualidades tan elevadas como la bondad, la sabiduría y el sentido de la justicia. No es alguien lejano o inaccesible. Por el contrario, asegura: “Yo, Yahvé tu Dios, tengo agarrada tu diestra, Aquel que te dice: ‘No tengas miedo. Yo mismo ciertamente te ayudaré’” (Isaías 41:13).

Dios tiene un propósito para la humanidad tal como muestran las Escrituras: “Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella” (Salmo 37:29). Saber que Yahvé es único y que tiene una identidad propia nos hace más fácil establecer una relación personal con él y disfrutar de las bendiciones que ofrece a quienes son sus amigos (Deuteronomio 6:4, 5; 1 Pedro 5:6, 7).


  • Vídeo reflexivo sobre mi relación personal con Dios. 


 

 

ACTIVIDAD # 2

 

RESPONDE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS

 

1.  ¿Tiene Dios nombre propio? (Isaías 42:8.)

2.   ¿Hay muchos dioses? (1 Corintios 8:5, 6.)

3.   ¿Pueden los seres humanos tener una relación personal con el Dios verdadero? (1 Pedro 5:6, 7.)

4.  Realiza un dibujo de su Dios personal 

5.  Escribe lo que le enseñó el último video del tema; RELACIÓN PERSONAL CON DIOS.

 

 

LECTIO DIVINA DE AGOSTO Y SEPTIEMBRE

(Hacer lectura de cada texto bíblico y responder las preguntas )

·       ¿Qué dice el texto?

·       ¿Qué me dice el texto?

·       ¿A qué me invita el texto?

  •    Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,13-21)

  • Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,15-20):


ACTIVIDADES # 3 Y 4

TEMA: LA MORAL DE LA VIDA HUMANA

La existencia de la moral es un rasgo único de las sociedades humanas, dado que el libre albedrío y la conciencia nos hacen susceptibles de juzgar el modo en que vivimos, y de distinguir entre las que contribuyen a la estabilidad y la armonía social de las que no. Es decir, que permite el surgimiento y la existencia de valores. Sin embargo, mucho se ha debatido a lo largo de la historia respecto a qué cosa son exactamente el bien y el mal. De ello se ha ocupado tradicionalmente la filosofía, en especial la ética o la filosofía moral.

En sus orígenes, la moral estaba íntimamente vinculada a la religión y los códigos de conducta religiosos, que entonces eran indistinguibles de la vida cívica y social, ya que no había separación entre Estado y religión. Sin embargo, esto cambió radicalmente a partir de la Modernidad, en la medida en que la humanidad se vio obligada a redefinir y repensar sus conceptos y códigos de moralidad.

Hoy la moral tiene cuotas de participación en las ciencias, el ejercicio de las profesiones y en otras áreas del quehacer humano. Y aunque las distintas iglesias y religiones siguen constituyendo voces importantes en la materia, hoy en día podemos regirnos a través de una moral laica, o sea, no religiosa.

La Teología Moral

Cuando hablamos de valores morales o éticos nos referimos a aquellas actitudes  o realidades concretas que nos impulsan a estimar y hacer el bien. Pero es indudable que ello supone delimitar cuáles son esos valores y ésta es la tarea, con su estudio y trabajo, de los moralistas. Me parece por ello conveniente explicar qué es la Teología Moral.

La Moral es la aplicación práctica de la concepción de la vida y del mundo que tiene cada ser humano. En efecto los hombres de todos los tiempos y lugares se han visto agitados por gozos y tristezas, esperanzas y angustias, que les han hecho sentirse seres problemáticos y misteriosos, llenos de grandeza y de miseria. El hombre es un ser que se interroga ante los problemas que le circundan y ante los que no puede permanecer indiferente o neutral, pues le afectan en lo más profundo de su ser. Por ello actúa, busca cuál es su destino y su pleno desarrollo humano, evoluciona y quiere progresar. Cada uno de nosotros se siente interpelado por los eternos enigmas del vivir y del morir, imponiéndose a todo individuo la noción de moralidad, así como la oposición entre Bien y Mal, siendo la Moral no otra cosa sino la teoría de la acción humana en cuanto tiene el Bien como fin. Todos nos preguntamos sobre el sentido de nuestra existencia y para nosotros los cristianos el mensaje de Jesús es la respuesta que nos da luz y fuerza, pues "interrogarse sobre el Bien significa en último término dirigirse a Dios, que es la plenitud de la bondad" (Encíclica de Juan Pablo II Veritatis Splendor  nº 9). La introducción de la fe en esa búsqueda es lo que nos hace hablar de Teología Moral.
 
Por ello la Teología Moral Cristiana estudia bajo la luz de la fe cuál es el sentido de la vida y cuál debe ser la respuesta del hombre libre que vive en la comunidad humana a lo que Dios le pide en cada momento de su existencia a fin de lograr el espíritu de vida en Cristo (Rom 8,2). En otras palabras la Teología Moral estudia qué hemos de hacer para vivir según el espíritu de Cristo. La diferencia con la Ética es que ésta se mueve en un plano meramente racional, mientras que  en la Teología es la razón iluminada por la fe. 
 
Se presupone por tanto la fe, es decir la aceptación por parte nuestra de la Palabra revelada; aceptación que hace que el centro, norma y fin de la Teología Moral Católica sea la Persona de Cristo, y en ello se diferencia de la Ética. Al ser Teología es ciencia en la que hablamos con Dios por medio de la oración, del estudio y de la gracia, pero también sobre Dios y la inserción que Él hace de nuestra vida en su obra de salvación. Pero es también Moral, es decir ciencia sobre el hombre y sus actos libres, necesitando para ello el apoyo y la ayuda de las ciencias humanas, no bastándonos el saber distinguir el bien del mal, sino siendo también importante el saber por qué tengo que ser un ser moral. Nuestro creer y nuestro actuar son por tanto los temas centrales en Teología Moral.
 
Su propósito no es en consecuencia elaborar normas y reglas, aunque secundariamente también haya que hacerlo, sino ante todo buscar el sentido de la existencia y del obrar cristianos, indicando orientaciones, iluminando sentidos y significados y proporcionando al creyente criterios y estructuras de determinación y decisión responsables e inspiradas en el Evangelio.

Toda reflexión moral o ética se inicia por la pregunta: ¿Qué debo hacer para ser más humano?, pues de lo que se trata es responderse al interrogante: ¿Qué clase de persona quiero ser?
 
La respuesta del cristiano ante estas preguntas es buscar su identidad en un mundo pluralista, realizando su opción por Cristo dentro de la comunidad eclesial, opción que le lleva a un encuentro cada vez más profundo con Él, no bastando para ello la tarea negativa de evitar pecados, sino que más positivamente hay que colocar en primer lugar la obligación de hacer el bien, ya que éste es el contenido de la vocación o llamada del hombre por parte de Dios.
 
La Teología Moral trata por tanto de la dimensión práctica de la fe y de su impacto sobre la vida y el actuar. Su objeto es en consecuencia el comportamiento humano responsable y libre, no permaneciendo indiferente ante él, sino indicándonos con sus normas el camino que hay que realizar, a fin de conseguir no sólo respetar, sino también construir la dignidad propia y la de los demás, intentando para ello hacer un mundo mejor y más justo. Es decir, la Teología Moral no sólo describe comportamientos, sino que apunta hacia un ideal que quiere alcanzar y que es también su fuerza de inspiración, ideal encarnado en Jesucristo. Y ese ideal no es otro sino el que Jesús nos dice en el Evangelio: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6,33).
 
Termino con una afirmación: estudiar Teología Moral, enseñarla y sobre todo tratar de vivir como ella nos enseña, es decir tratar de vivir según el espíritu de Cristo, creo que vale la pena.


Tipos de moral

Es posible clasificar la moral de acuerdo al ámbito específico en el que se circunscriben sus reflexiones sobre lo bueno y lo malo. Como en los siguientes casos:

·         Moral religiosa: Aquella que está determinada por una tradición mística o religiosa determinada, y que se rige por los mandamientos de su credo o doctrina. Puede ser una moral más rígida o inflexible, especialmente en el caso de los sectores fundamentalistas, y aunque se hereda de generación en generación gracias a la institución eclesiástica, a su modo va adaptándose a los nuevos tiempos.

 

·         Moral laica: Aquella que no está determinada por una tradición mística o religiosa, incluso si muchos de sus valores coinciden con los de una tradición cultural muy marcada por el pasado religioso. Por ejemplo, la moral occidental es laica, está determinada por instancias no religiosas, pero la tradición cristiana tiene mucho que ver con sus fundamentos.

 

·         Moral fundamental: Aquella que aspira a ser universal, o sea, que tiende a juzgar los elementos más básicos (fundamentales) de la existencia del ser humano. Por ejemplo, los Derechos Humanos (DDHH) están sustentados sobre este tipo de moralidad.

 

·         Moral sexual: Aquella que determina el modo en que se comprenden ciertas prácticas u orientaciones sexuales, de acuerdo a una consideración de lo bueno o malo sustentada a menudo en otras ideas como lo natural, lo reproductivo o simplemente lo placentero.

 

·         Moral social: Con este nombre diferenciamos los preceptos morales de la sociedad, o sea, los tradicionales y heredados o que imperan en un momento determinado a un colectivo determinado, de los que puede tener un individuo en su fuero interno.

 

·         Moral individual: Se llama así a la aproximación personal, singular e individual que cada quien tiene hacia los conceptos de lo bueno y lo malo. Parte de ella está determinada por la moral colectiva o social, y otra parte por su propia capacidad de evaluar la realidad subjetivamente.

 

Importancia de la moral

La moral es un concepto clave en la formación de la civilización humana. Por un lado, una sociedad requiere siempre de un código o un conjunto de reglas a las que ceñirse para garantizar la paz social y la relativa armonía entre sus ciudadanos.

Por otro lado, la historia de la moral es una parte vital de la historia de la humanidad. La moral de cada época ha determinado en gran parte el modo en que las fuerzas sociales interactúan y le ha otorgado poder a unos sobre otros, o incluso ha determinado a quienes se juzga como aceptables y a quienes no, lo cual tiene claras repercusiones sobre la vida y la muerte.

Más que de moral, pueden darse ejemplos de juicios morales o de valores morales determinados, imperantes en algún período de la historia. Por ejemplo:

  • La moral victoriana. Se llama así a la estricta visión moral que imperó en Inglaterra durante el reinado de la reina Victoria (1837-1901), y que se caracterizó por una intensa represión sexual, poca tolerancia ante el delito y el sostén de una fachada de dignidad que, sin embargo, no impedía la prostitución y el trabajo infantil.
  • La moral puritana. Los puritanos eran una facción radical del protestantismo calvinista, que floreció durante el reinado de Isabel I en Inglaterra. Como su nombre lo indica, defendían la necesidad de una pureza moral absoluta, en términos bíblicos, ya que el ser humano debía ceñirse completamente a los planes de Dios para recibir luego la gloria futura.
  • El relativismo moral. En este caso, hablamos de una vertiente filosófica que sostiene la no universalidad de la moral y de los valores morales, como una prueba de que todo intento de moralidad es, necesariamente, relativo, o sea, dependiente del contexto. Por ende, ninguna visión de lo bueno o de lo malo puede imperar sobre otras.

Inmoral y amoral

Los conceptos de inmoral e inmoralidad, o de amoral y amoralidad, se desprenden de la propia moral, pero significan aspectos contrarios específicos:

  • Lo inmoral: Es aquello que es contrario a una visión de la moralidad específica. Aquello que rompe sus reglas, que contradice sus visiones y desobedece sus mandatos. Por ejemplo, en algunas tradiciones islámicas y judaicas se considera inmoral que las mujeres muestren libremente su cabello, y por ende están obligadas a cubrirlo con un pañuelo o una peluca.

 

  • Lo amoral; en cambio, es aquello que simplemente no se somete a cuestionamientos morales, es decir, no responde a la pregunta respecto del bien y del mal. Eso no significa que sea bueno ni malo, sino que puede ser ambas cosas, dependiendo del caso y del contexto, pues no está en su naturaleza ser o no moral. Por ejemplo, la ciencia y la tecnología se consideran saberes amorales: pueden usarse de forma moral y para el bien de la humanidad, o pueden usarse para cometer atrocidades y empobrecer el mundo.

                                                                            Fuente:
     https://concepto.de/moral/#ixzz6VPqe5uQt

 

ACTIVIDAD # 3 Y 4 

1.  Responde las siguientes preguntas:

a.   ¿Qué entiendes por moral de la vida humana?

b.   ¿Cómo describes a la sociedad en torno al comportamiento moral?

c.    ¿De qué manera la moral contribuye al desarrollo humano? Explica 

2.     Realiza un mapa conceptual con los tipos de moral propuestos en la lectura.

3.   Realiza un cuadro comparativo con mínimo tres ejemplos de la sociedad actual frente a lo amoral y lo inmoral.

 

 

LECTIO DIVINA DE OCTUBRE

Hacer lectura del texto bíblico y responder las preguntas:

·       ¿Qué dice el texto?

·       ¿Qué me dice el texto?

·       ¿A qué me invita el texto?

v Lectura del santo evangelio según san Mateo (21,33-43)

 

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